La Liturgia de los Dones Presantificados en la Tradición Bizantina

El Rey de la gloria nos hace partícipes de la vida eterna

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En la tradición bizantina la Gran Cuaresma que prepara a la Pascua tiene características propias: en los días feriales no se celebra la Divina Liturgia, fiesta que desde el siglo IV no se lleva a cabo durante el ayuno y se celebra solamente el sábado, con la Anáfora de San Juan Crisóstomo, y el domingo, con la Anáfora de San Basilio. El miércoles y el viernes, día de ayuno, es celebrada la Liturgia de los Dones Presantificados, que es una de las celebraciones de vísperas cuaresmales con la comunión de los Santos Dones, consagrados el domingo precedente, al final de la celebración. La tradición bizantina es la única que actualmente celebra la Liturgia de los Presantificados.

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El esquema inicial es el de las Vísperas, seguido del canto del Himno Fós Hilarón (“Luz Gozosa”), de lecturas del Antiguo Testamento y, entre otras cosas, de la plegaria del incienso. La Liturgia prosigue con la letanía diaconal, y seguidamente el canto del himno: “Ahora las potencias del cielo adoran, presentes invisiblemente con nosotros aquí. En efecto, el Rey de la gloria hace su entrada. Viene acompañado por el sacrificio espiritual y perfecto. Con fe y amor acerquémonos para llegar a ser partícipes de la vida eterna”. Se hace entonces la gran entrada con los Santos Dones que son portados la Altar; sigue una letanía diaconal, el Padre nuestro, la Comunión y la Despedida.

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El himno Fós Hilarón, texto trinitario y cristológico muy arcaico, conocido ya por san Basilio, al atardecer canta a Cristo, verdadero sol que no conoce el ocaso. Por lo que respecta a las lecturas bíblicas, se trata de una lectio continua, de origen y carácter fuertemente monástico, con la lectura de los libros del Génesis y de los Proverbios durante toda la Cuaresma. La Divina Liturgia, celebración gozosa del misterio de la fe cristiana, no se tiene en los días de ayuno. Estos, dedicados en la oración y en la lectura de la Sagrada Escritura, no van, de hecho, en conexión directa con las celebraciones de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Es necesario subrayar que el cómputo de los días semanales en el periodo cuaresmal no es el del pascual – es decir, se cuenta de domingo a sábado, para indicar que la vida litúrgica semanal de las Iglesias nace de la Pascua del Señor- sino que, por el contrario, va del lunes al domingo para subrayar que cada semana cuaresmal mira hacia la Pascua semanal. La Cuaresma entera es vista como un camino hacia la Pascua; todos nosotros, expulsados como Adán del Paraíso, regresamos por medio del ayuno, la oración, la ascesis, y a éste somos llevados de nuevo por Cristo mismo en la noche de Pascua.

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La mirada cuaresmal de la Iglesia se vuelve hacia la Pascua de Cristo. Por esta razón la celebración eucarística semanal - la única junto a la del sábado – es la del domingo, y por esto mismo los Santos Dones que se reciben en la Liturgia de los Presantificados son aquellos conservados del domingo precedente. La comunión de los Dones Presantificados el miércoles y el viernes tiene también la fuerza del viático, es decir, del camino que todo cristiano lleva a término reforzado por Cristo. Pero también por el ayuno eucarístico: la jornada entera del miércoles y el viernes está señalada por el ayuno para recibir por la tarde el Cuerpo y la Sangre del Señor.

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En los días feriales de la Cuaresma redescubrimos además la centralidad y la riqueza de los textos del oficio de las diversas horas del día y de la noche, con una abundante presencia de textos bíblicos, ya sea de lecturas que de salmos, que nos hacen reencontrar el contacto contemplativo y orante con la Palabra de Dios, contacto vital para cada cristiano. Juan Crisóstomo afirma: “Alguno dirá: yo no soy ni monje, ni anacoreta, tengo mujer e hijos y me tengo que ocupar de mi familia. He aquí la gran plaga de nuestros tiempos, creer que la lectura del Evangelio está reservada solamente a los religiosos y a los monjes. Es un gran mal no leer los libros que contienen la Palabra de Dios, pero hay uno peor. Éste es creer que esta lectura es inútil. No escuchar la Palabra de Dios es causa de hambre y de muerte”.

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Las celebraciones cuaresmales bizantinas y la celebración de la Divina Liturgia solamente el sábado y el domingo muestran que no se trata de un ayuno de la eucaristía, sino una preparación a la Eucaristía en oración. De hecho, con el ayuno y la oración la comunidad cristiana se prepara a la celebración de un evento de salvación; ayuno, oración, misericordia, compunción, en la verdad, que nos llevan a acoger el misterio de la salvación que nos viene por Cristo Señor.

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(Publicado por Manuel Nin en l'Osservatore Romano el 13 de Abril de 2011. Traducción del original italiano: Salvador Aguilera López)

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(Imagen: Etimasía de la Iglesia Ortodoxa de la Transfiguración de Cluj en Rumanía, del Taller del Padre Rupnik)