La Ascensión del Señor en la Tradición Bizantina.

" Tú que por mí te has hecho pobre como yo"


La Ascensión del Señor, celebrada el cuadragésimo día después de la Resurrección, es una de las grandes fiestas comunes a todas las Iglesias cristianas.

En la tradición bizantina, el miércoles precedente se celebra la apódosis (conclusión) de la Pascua, retomando una vez más los textos del oficio pascual. La fiesta de la Ascensión, además, se prolonga por una semana en una octava. Los troparios de la fiesta son muy bellos y teológicamente profundos. Tal como sucede muy a menudo en la liturgia bizantina, son verdaderas síntesis de la fe de la Iglesia.

Así el primer tropario de las vísperas resume la profesión de fe del concilio de Calcedonia (451) en Cristo verdadero Dios y verdadero hombre: "El Señor sube a los cielos para enviar el Paráclito al mundo. Los cielos han preparado su trono, las nubes el carro en el cual ascender; se asombran los ángeles viendo un hombre por encima de ellos. El Padre recibe a Aquél que desde la eternidad en su seno mora".

Hombre por encima de los ángeles, aquél que desde la eternidad está en el seno del Padre. El quinto de los troparios de las vísperas retoma el tema de la kénosis del Verbo de Dios con una imagen poética muy bella y conmovedora: "Tú que por mí te has hecho pobre como yo". Cristo en su Encarnación asume voluntariamente toda la pobreza de la naturaleza humana, para después glorificarla plenamene en su ascensión.


Otros dos troparios, de vísperas, proponen una relectura cristológica del salmo 23, que en la liturgia de la noche de Pascua estaba relacionado con el descenso de Cristo al Hades y hoy incluso con la Ascensión: "El Espíritu Santo ordena todos sus ángeles: Alzad, príncipes, vuestras puertas. Gentes todas, batid las manos, porque Cristo ha subido a donde estaba antes. Mientras Tú ascendías, oh Cristo, del monte de los olivos, las huestes celestiales que te veían, se gritaban una a la otra: ¿Quién es éste? Y respondían: Es el fuerte, el poderoso, el poderoso en la batallas; éste es verdaderamente el Rey de la gloria".

En diversos troparios encontramos expresiones referentes a su humanidad que sirven para indicar la divinidad del Verbo de Dios: "Tú que, sin separarte del seno paterno, oh dulcísimo Jesús, has vivido en la tierra como un hombre, hoy desde el monte de los Olivos has ascendido a la gloria: y levantando, compasivamente, nuestra naturaleza caída, la has hecho sentar contigo junto al Padre".

Son palabras que nos recuerdan el canto de las Lamentaciones del Sábado Santo. Además encontramos el tema de la glorificación de nuestra naturaleza humana caída y redimida. Por lo que respecta al oficio matutino, recordamos algunos de los troparios de Román "el Melódico": "Cumplida la economía en favor nuestro, y junto a las celestes, las realidades terrestres, has ascendido a la gloria, oh Cristo Dios nuestro, sin separarte todavía en modo alguno de aquellos que te aman; pero permaneciendo inseparables de ellos, declara: Yo estoy con vosotros, y ninguno está contra vosotros. Dejad sobre la tierra lo que es de la tierra, abandonad lo que es de las cenizas al polvo y entonces venid, elevémonos, levantemos los ojos y la mente a lo alto, alcemos la mirada y los sentidos hacia las puertas celestes, mientras somos mortales; imaginemos que vamos al Monte de los Olivos y vemos al Redentor portado por una nube: de allí, de hecho, el Señor ascendió a los cielos; desde allí, él, que ama dar, ha distribuido dones a sus apóstoles, consolándolos como un padre, confirmándolos, guiándolos como hijos y diciéndoles: No me separo de vosotros: yo estoy con vosotros y ninguno está contra vosotros".

De esta realidad de nuestra fe ofrece también una lectura clara el Icono de la fiesta. La imagen está dividida en dos partes bien distinguidas: en la parte superior se ve a Cristo sobre un trono, inmóvil en su gloria, sostenido por dos ángeles. En la parte inferior la Madre de Dios, los Apóstoles y dos ángeles con vestiduras blancas. El icono de la Ascensión contempla a Cristo en su ascenso, sostenido por los ángeles, pero al mismo tiempo es también el icono del retorno glorioso de Cristo, que "regresará un día de este modo". Desde la Ascensión y hasta su retorno Cristo preside su Iglesia, como vemos en el icono.

La actitud de María es siempre la de la oración. Ella no mira hacia lo alto, sino a la Iglesia, para recordar la necesidad de la vigilia y de la oración a los Apóstoles y a todos nosostros. En espera del retorno del Señor.

(Publicado por Manuel Nin en l'Osservatore Romano el 21 de Mayo de 2009; traducción del original italiano: Salvador Aguilera López)