Los "Domingos I y II de la Anunciación" en la Tradición Siro Occidental: Anunciación a Zacarías y a María

María es el cielo que porta a Dios

Tras haber comenzado ocho semanas antes de la Navidad con los dos "Domingos de la Dedicación de la Iglesia", el año litúrgico siro-occidental prosigue con los seis "Domingos de la Anunciación", empezando con la Anunciación a Zacarías y a María (primer0 y segundo). Protagonistas del primer Domingo son las promesas hechas por Dios, que encontrarán su cumplimiento a lo largo de las narraciones evangélicas de los Domingos sucesivos, destacando también, el progreso del cristiano en el conocimiento del misterio divino: "Alabanza a ti, Cristo Dios nuestro. Tú has mostrado claramente a tu Iglesia santa el misterio de tu economía salvífica y la realidad de tu venida que nos llena de gozo. Ésta nos ha liberado de la esclavitud del pecado y por tu misericorda nos ha hecho hijos tuyos. Cuando llegó el tiempo de tu verdadera manifestación, mandaste a Gabriel, el primero de los ángeles, al sacerdote Zacarías, para darle la buena nueva del nacimiento de Juan, tu precursor".

El texto destaca el anuncio y la manifestación de la economía salvífica a la Iglesia, de la cual se ha celebrado su consagración al Señor en los dos Domingos precedentes. En las Vísperas se canta, de modo alternado, un quasi-diálogo entre el anuncio dado este Domingo y el que lo recibe: "Oh buena nueva sobre el verdadero precursor anunciada por el capitán de los ángeles. Oh sacerdote justo que la has escuchado dentro del Sancta Sanctorum. Oh buena nueva que traes el gozo a la que era estéril y había perdido toda esperanza de dar a luz. Oh sacerdote elegido que has recibido el anuncio del nacimiento del que va a bautizar a tu Señor. Oh buena nueva que has tejido una corona de belleza para tu Iglesia santa. Oh sacerdote amado por Dios cuya plegaria ha sido escuchada. Oh buena nueva que por medio del nacimiento de este niño has anunciado el fin de la antigua alianza y el inicio de la nueva".

El segundo Domingo es el de la Anunciación a María, que celebra la realidad de la Encarnación del Verbo de Dios: "Alabanza al Mesías, Hijo eterno, sin principio. Por su voluntad, para nuestra salvación, vino a habitar en las entrañas de la Virgen, por medio de la voz del capitán de los ángeles, por voluntad de su Padre y por obra del Espíritu Santo. Sin mutación, hecho carne por medio de la Virgen y del Espíritu Santo, apareció como hombre en el mundo, haciendo de la tierra un segundo cielo. Te alabamos, oh Dios excelso que habitas en una luz inaccessibile; en este día decimos a María, madre de nuestro Señor: te saludamos, llena de gracia, el Señor está contigo; te saludamos, llena de gracia, madre del creador del mundo entero; te saludamos vellón bendito que has acogido al Verbo de Dios como rocío; te saludamos, colina sagrada de donde ha sido extraida la roca sin concurso humano; te saludamos, dulce paloma, porque tu creador ha crecido en tu seno, como un niño; te saludamos, luz de los que se sientan en las tinieblas y en la sombra de la muerta; te saludamos a ti, la más bella entre todas las mujeres, llena de favores divinos".

Efrén en una homilía sobre la natividad de Cristo describe ampliamente el misterio de la anunciación y de la concepción del Verbo eterno de Dios en el seno de María por medio de bellas y contrastantes imágenes: "Es una fuente de gran estupor escrutar cómo Dios ha descendido y se ha hecho habitante de un vientre, cómo este ser se ha revestido del cuerpo de un hombre". Con una referencia clara a la teofanía en la zarza ardiente dice: "¿Cómo un vientre de carne ha podido portar un fuego que quema? ¿Cómo una llama ha habitado en un vientre húmedo sin quemarlo?"

La zarza que no se consume es comparada por san Efrén a la virginidad intacta de María: "Como la zarza en Horeb portaba a Dios en su llama, así María porta a Cristo en su virginidad". Las anunciaciones de estos dos Domingos son cantadas por el mismo autor: "Una virgen está encinta de Dios, y una estéril está encinta de un virgen, el hijo de la esterilidad salta de gozo ante el estar en cinta de la virginidad".

El anuncio de Gabriel es el comienzo de la redención y de la nueva creación para el género humano: "María se convierte para nosotros en el cielo que porta a Dios, la divinidad altísima ha descendido y ha hecho morada en Ella; en Ella se ha hecho pequeño para hacernos a nosotros grandes, en Ella se ha tejido un vestido para nuestra salvación".

La encarnación y el nacimiento del Verbo de Dios son contemplados por la tradición siro-occidental como la humillación de Dios mismo por la salvación del hombre creado a su imagen, este hecho es cantado por el mismo Efrén con imágenes vivas y conmovedoras: "¿Quién habrá visto jamás que la arcilla sirva de cobertura al alfarero? ¿Quién ha visto jamás al fuego envuelto en pañales? De ese modo se ha abajado Dios por amor a Adán, se ha humillado a sí mismo por amor a su siervo".

(Publicado por Manuel Nin en l'Osservatore Romano el 14 novembre 2010; traducción del original italiano: Salvador Aguilera López)