"Liturgia y Camino Neocatecumenal" en las enseñanzas de Benedicto XVI

Benedicto XVI y Kiko Argüello
Christus Totus, Caput et Corpus
En efecto, después del Evangelio –y de ello tenemos todavía hoy un testimonio claro en las Liturgias Orientales- el diácono despedía a los catecúmenos, los invitaba a salir de la iglesia, estimulándolos a la espera -¡gozosa espera!- de poder participar un día del único sacrificio de Cristo, celebrado la noche de Pascua por el obispo en la única y gran Iglesia madre que los había regenerado en Cristo por el bautismo. Así, pues, los catecúmenos, recibidos en la iglesia con el canto de la antífona paulina «Todos los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo, aleluya», ya no eran llamados desde entonces «catecúmenos» sino «neófitos» -injertados, insertos. ¿Dónde? En Cristo, en la única y gran Iglesia, y desde aquel momento participaban plenamente en los Santos Misterios que eran –y son- no una etapa del catecumenado, sino la plenitud de todos los fieles cristianos que viven de Cristo en la Iglesia.
Siguiendo la estela de los grandes Padres de la Iglesia en sus catequesis y en sus mistagogías, podemos situar la alocución –catequesis- de Benedicto XVI a los miembros del Camino Neocatecumenal (CN) del pasado 20 de enero; audiencia que, el mismo Papa, sitúa en el marco de audiencias que él mismo ha concedido anualmente a los fundadores y miembros de este movimiento. Se trata de una lección de teología litúrgica válida y útil para el CN y para toda la Iglesia. El Papa subraya, al inicio de sus palabras, el valor del compromiso misionero y evangelizador del CN, compromiso que debe llevarse a cabo –y el Papa lo recuerda dos veces- en comunión con toda la Iglesia y con el Sucesor de Pedro…; buscando siempre una profunda comunión con la Sede Apostólica y con los Pastores de las Iglesias particulares donde estáis insertos… Se diría que, el obispo de Roma no olvida su rol de principio de comunión con todos los pastores de la Iglesia Católica: la unidad y la armonía del Cuerpo eclesial son un importante testimonio de Cristo y de su Evangelio ante el mundo… Benedicto XVI, como buen pastor, no ahorra elogios al destacar la generosidad y el esfuerzo misionero del CN, e incluso las dificultades que, a menudo, encuentra en su compromiso evangelizador, y también anima a sus miembros, sacerdotes, laicos, familias enteras, a continuar anunciando con celo, por todo el mundo, hasta los lugares más alejados del cristianismo, el Evangelio, llevados por el amor a Cristo y a la Iglesia.
Después de las palabras introductorias, el Papa explica el sentido de la aprobación para el CN de aquellas celebraciones que no son estrictamente litúrgicas, pero que forman parte del itinerario de crecimiento en la fe. Benedicto XVI recuerda  al CN y a toda la Iglesia que, las celebraciones litúrgicas, son aquellas que han sido aprobadas por la Iglesia en los documentos magisteriales del obispo de Roma o de los Concilios Ecuménicos. El Papa destaca que la aprobación de las celebraciones presentes en el «Directorio catequético del CN» hay que vincularla estrechamente al sensus Ecclesiae y a la edificación del corpus Ecclesiae. El Papa muestra su corazón de pastor de la Iglesia, que comprende vuestra riqueza y mira, a la vez, a la comunión y a la armonía de todo el Corpus Ecclesiae. De nuevo, pues, en el pontificado de Benedicto XVI, vemos a Pedro como fundamento de comunión y unidad en la Iglesia.
Todo lo expuesto hasta ahora, es decir, el papel y el compromiso en el anuncio del Evangelio del CN y la aprobación de las celebraciones no estrictamente litúrgicas previstas por el Directorio catequético, ofrece a Benedicto XVI la ocasión de hablar del valor de la liturgia. En el fondo, el Papa no pretende explicar qué es la liturgia, sino que desea poner de relieve su «valor», es decir, lo que ella tiene de central y válido en la vida de la Iglesia y de cada cristiano. Y, precisando bien, Benedicto XVI, hace partir su reflexión de Sacrosanctum Concilium 7: La liturgia… obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo que es la Iglesia… Y sitúa en el centro de su catequesis el año litúrgico que no sólo recuerda sino que celebra, hace presente y actual con una fuerza verdaderamente epiclética todo el misterio de Cristo para y en la Iglesia: La Pasión, la Muerte y Resurrección de Jesús no son solamente acontecimientos históricos; alcanzan y penetran la misma historia, pero la trascienden, permaneciendo siempre presentes en el corazón de Cristo. En la acción litúrgica de la Iglesia encontramos la activa presencia de Cristo Resucitado que hace presente y eficaz para nosotros, hoy, el mismo Misterio Pascual, para nuestra salvación; nos atrae, en este acto de donación de sí mismo, presente siempre en su corazón, y nos hace participar de esta presencia del Misterio Pascual. La Iglesia, pues, celebrando el misterio de Cristo se convierte en su cuerpo; y Benedicto XVI corrobora  su reflexión citando a san Agustín: Esta obra del Señor Jesús, que es el auténtico contenido de la Liturgia… es también obra de la Iglesia, que, siendo su cuerpo, es un único sujeto con Cristo - «Christus totus caput et corpus»- dice san Agustín, el Cristo total, cabeza y cuerpo.
Fiel a la tradición catequética y mistagógica de los Padres de la Iglesia, el Papa Benedicto sitúa la eucaristía como cumbre de la vida cristiana; ella es la plena comunión con Cristo a través del sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, y con la Iglesia, que, a su vez, es también su cuerpo y su garante. Las Iglesias Orientales, fieles a la antigua tradición cristiana, celebran siempre unidos los sacramentos de la iniciación cristiana: bautismo – confirmación – eucaristía. La cumbre del camino catecumenal que acaba con el bautismo es la participación –en la plena comunión de la Iglesia- en los Santos y Divinos Misterios. Y el Papa, citando los estatutos del CN, en los que se  contempla también la eucaristía como una especie de catecumenado post bautismal, sitúa esta particular visión de la eucaristía, sobretodo, en vistas a favorecer el descubrimiento de la riqueza de la vida sacramental de parte de personas que se alejaron de la Iglesia, o no recibieron una formación adecuada. Es como si el Papa quisiese reconducir la eucaristía de un contexto de catecumenado hacia uno de mistagógico, que es el suyo específico. Y desde aquí, reconducir, también, toda celebración eucarística, dentro y fuera del CN, a un contexto eclesial fuera del cual la misma celebración de los Divinos Misterios se vería privada de su fundamento cristológico y eclesiológico: … toda celebración eucarística es acción del único Cristo con su única Iglesia y, por ello, esencialmente abierta a todos los que pertenecen a esta su Iglesia. Este carácter público de la Santa Eucaristía se expresa en el hecho que, cada celebración de la Santa Misa está dirigida, últimamente, por el obispo como miembro del Colegio Episcopal, responsable de una determinada Iglesia local. Benedicto XVI sitúa el papel –único e insustituible- del obispo como custodio y liturgo de la Iglesia. La liturgia no pertenece –hasta el punto de modificarla, adaptarla, según la propia medida- a ninguna persona, grupo o movimiento, sino que pertenece a la Iglesia, y tiene como garante a quien, por la imposición de las manos, ha recibido la plenitud del don del Espíritu Santo, para pastorear el rebaño, para ser aquel que «vigila desde lo alto» - que este es el significado y propio del término episkopos. Me atrevería a decir que la liturgia, en cualquier Iglesia cristiana de Oriente y de Occidente, tiene que ser respetada y acogida casi como los Santos Dones, que se reciben así, como dones, y no como algo que uno toma o se sirve según el propio gusto y comodidad.
Concluyendo su catequesis, el Papa recuerda al CN –y a todos los miembros de la Iglesia- la necesaria fidelidad a los libros litúrgicos que son el instrumento que regula la celebración litúrgica, y que evitan cualquier arbitrariedad y subjetivismo, y que en el fondo, son también un instrumento de la comunión eclesial que de ella se deriva. Y, así, el Papa subraya la necesaria y plena inserción en la vida eclesial: Al mismo tiempo, la progresiva maduración en la fe del individuo y de la pequeña comunidad debe favorecer la integración en la vida de la gran comunidad eclesial, que encuentra en la celebración litúrgica de la parroquia, en la cual y para la cual se estructura el catecumenado, su forma ordinaria.
Finalmente, Benedicto XVI, confirma el hilo conductor de su intervención: Incluso durante el camino es importante no separarse de la comunidad parroquial, especialmente en la celebración de la Eucaristía, que es el verdadero lugar de la unidad de todos, donde el Señor nos abraza en los diversos estados de nuestra maduración espiritual y nos une al único pan que hace de nosotros un solo cuerpo.
La teología, la liturgia, la comunidad eclesial. He aquí tres temas que nuestro Papa Benedicto considera muy importantes. ¿Han sido aquí tratados desde la teología? Sí, pero sobretodo el Papa ha actuado como mistagogo, como aquel que sabe llevar de la mano a los fieles hacia la comprensión de los misterios, en la plena comunión con Cristo y en la Iglesia.
(Publicado por Manuel Nin en la revista Liturgia y Espiritualidad
(Año 43-2012: Nº 22: págs. 96-100) y en l'Osservatore Romano
el 15 de Marzo de 2012)