Homilía sobre la Sepultura del Divino Cuerpo del Señor (I)

Introducción

Benedicto XVI ha convocado para 2013 el Año de la fe (cf. PF 4) [1]. En este Año, uno de los objetivos que el Romano Pontífice propone es el redescubrimiento del Concilio ecuménico Vaticano II (1962-1965), cuyos textos «según las palabras del beato Juan Pablo II, “«no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia. […] Siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX”». [2]
 
El 21 de noviembre de 1964, Pablo VI aprobó y promulgó con los Padres del Concilio, los documentos teológico-eclesiológicos que marcan el rumbo teológico y disciplinar y pastoral de la Iglesia universal en la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días. Estos son:
 
(a) constitución dogmática de Ecclesia («Lumen gentium»)
(b) decreto de Ecclesiis Orientalibus CatholicisOrientalium Ecclesiarum»)
(c) decreto De Oecumenismo («Unitatis redintegratio)
 
En ellos se dispone una mirada de fe sobre la Iglesia como mysterium communionis[3]. La reforma de los textos litúrgicos del rito romano, en su forma ordinaria, ha utilizado ese criterio que de modo de desiderátum afirmaba el decreto sobre las Iglesias Orientales (EO 30a): Muy gustosamente el Santo Sínodo se alegra por la colaboración fructuosa y activa de las Iglesias católicas de Oriente y Occidente. Y en un modo mucho más explícito, afirmaba el Concilio ecuménico: Este Santo Sínodo, dando gracias a Dios porque muchos hijos de las Iglesias católicas de Oriente, que guardan este patrimonio[4] y desean vivirlo de modo más puro y pleno, y que viven ya en plena comunión con los hermanos que dan culto declara que todo este patrimonio espiritual y litúrgico, disciplinar y teológico en sus diversas tradiciones pertenece a la plena catolicidad y apostolicidad de la Iglesia (UR 17b).
 
Aparece en la Liturgia de las Horas, pues, en el Oficio de Lecturas, desde 1970, una lectura patrística seleccionada de dicho patrimonio espiritual y litúrgico. Es una lectura de amplísima belleza así como calado religioso. Medita sobre los personajes evangélicos que tienen que ver con la Sepultura del Señor, concretamente José de Arimatea y Nicodemo. Aunque no sólo se centra en ellos, también alcanza hasta al primer Adán, que estaba en el «reposo de los justos» esperando la visita redentora de Cristo, después éste de morir en la Cruz.
 
De este modo, el rito romano ha deseado enriquecer teológicamente y disciplinarmente el Sábado Santo, componente singular del Sagrado Triduo Pascual y que no siempre se alcanza a descubrir el calado litúrgico espiritual y sacramental que contiene.
 
Ofrecemos, pues, la posibilidad de releer atentamente el sermón que propone la Liturgia de las Horas en su edición típica, que titula: «Ex antíqua Homilía in sancto et magno Sábbato». Para ese día se ha seleccionado tres fragmentos. Sin embargo, como disponemos de la edición cotejada griega-paleoeslava, preferimos ofrecer la lectura entera del texto atribuido a san Epifanio a lo largo de diversos Posts, con un eventual comentario para comprender mejor algunas cuestiones.

Marcos Aceituno Donoso 
Referencias
[1] Benedicto XVI, Carta apostólica motu proprio «Porta fidei» (11 octubre 2011), 4.
[2] Ibíd., 5; cf. Beato Juan Pablo II, Carta apostólica Novo millennio ineunte (6 enero 2001), 57.
[3] II Asamblea General Extraordinaria Sínodo de los Obispos (1985), Ecclesia sub Verbo Dei mysteria Christi celebrans pro salute mundi. Relatio finalis, II, C, 1; Beato Juan Pablo II, Exhortación apostólica post-sinodal Christifideles laici (30 diciembre 1988), 19.
[4] A saber, método de estudio de la Divina Revelación; formulaciones teológicas complementarias con Oriente y el nutrirse de la viva tradición de los Apóstoles, y de los escritos de Padres Orientales y escritores espirituales; cf. Unitatis redintegratio, 17.