Dudas ya resueltas por el Caeremoniale Episcoporum (III).

Parece que fue ayer cuando salió el primer número de esta serie... en un caluroso día de agosto de 2010. Pero el Ceremonial de los Obispos, aunque ya vamos por una tercera edición de la OGMR, siempre completará lo que falta en la normativa del misal. También nos aclara esas dudas que siguen surgiendo con la sola lectura de esos prenotandos.
Antes de meterme en aguas pantanosas -la extensión de las manos, a la que espero dedicar un post-, conviene hablar de unos signos que se supone que conocemos pero que parece que no. Su desconocimiento puede ser simplemente eso, pero no pocas veces es signo de dejadez, "liberalismo", etc., etc. A veces se proclama que hay que huir de "formalismos", del "orden cerrado" al estilo militar... pero todo en la liturgia tiene un sentido simbólico. Al suprimir gestos quitamos signos que ofrecen una verdadera catequesis, además de que con ello olvidamos el sentido de lo que hacemos. Comencemos, pues, con las "revelaciones" para algunos y los recordatorios para otros:


68. ...Hay dos especies de inclinaciones: de cabeza y de cuerpo.

 a) La inclinación de la cabeza se hace al nombre de Jesús, de la Bienaventurada Virgen María y del Santo en cuyo honor se celebra la Misa o la Liturgia de las Horas.

b) La inclinación del cuerpo, o inclinación profunda, se hace: al altar, cuando en él no está presente el Santísimo Sacramento; al Obispo; antes y después de la incensación, según se determine en el n. 91; cada vez que los distintos libros litúrgicos lo ordenan expresamente
.

Los antiguos liturgistas-rubricistas del siglo pasado distinguían la profundidad de la inclinación de cabeza según se tratase del nombre de Jesús o no. Así expresaban mejor la adoración-hiperdulía-dulía, etc. La inclinación de cabeza, especialmente al nombre de Jesús, es una especie de "eco" del himno de san Pablo de Flp 2,10: "al nombre de Jesús toda rodilla se doble...". Y digo "eco" porque no hacemos genuflexión sino una simple inclinación de cabeza. Creo que por ello conviene no olvidar esta expresión tan simple de un texto bíblico tan grande.

La inclinación profunda está reservada al altar y al que preside: como es el Ceremonial de los Obispos habla del obispo, pero también se incluye a cualquiera que presida con la mención de la incensación, sin contar con el pueblo que es incensado al final... o los mismos concelebrantes. Esto se explica mejor en los números 76-78 del Ceremonial, especialmente cuando dice que si hay varios obispos sólo se hace reverencia al que preside (n. 78). Por lo tanto, la presidencia es lo principal al margen de ser o no obispo.

69. La genuflexión -que se hace sólo con la rodilla derecha, doblándola hasta el suelo- significa adoración, y por esta razón se reserva al Santísimo Sacramento, sea que esté expuesto, sea que esté reservado en el sagrario; también a la Santa Cruz desde la solemne adoración dentro de la Acción litúrgica del Viernes Santo en la Pasión del Señor, hasta el principio de la Vigilia pascual.

70. No hacen genuflexión ni inclinación profunda aquellos que porten objetos, que se usan en la celebración, como por ejemplo, la cruz, los cirios, el Evangeliario.

71. Todos los que entren en la iglesia no descuiden adorar al Santísimo Sacramento, sea visitándolo en su capilla, sea por lo menos haciendo genuflexión.
Asimismo hacen genuflexión todos los que pasan delante del Santísimo Sacramento, a no ser que vayan procesionalmente.

Aquí encontramos varias dudas resueltas. Ya no existe la llamada genuflexión "doble" o literalmente hacer genuflexión y "completar" poniéndose de rodillas. Aquí el principio es didáctico: no puede recibir mayor adoración el santísimo sacramento fuera de la misa que dentro de ella. Es el mismo tanto dentro como fuera. La genuflexión a la cruz el Viernes Santo nos introduce en la antigua teología de las imágenes y en la profunda carga simbólica y teológica de la celebración de ese día. Pensemos, por ejemplo, que el celebrante usa casulla aunque no se va a celebrar la misa.
La gran pregunta de los acólitos: ¿hago genuflexión al llevar el turíbulo o incensario? Los que portan objetos no lo hacen.
Una cosa que siempre se olvida, especialmente en ocasiones más informales: si el camino de la sacristía al altar tiene por medio la capilla del santísimo sacramento, no se hace genuflexión. Aquí se quiere destacar que la procesión es un acto litúrgico en sí mismo, con valor de rito, no un mero trasladarse al lugar donde se iniciaría supuestamente la celebración. Si el santísimo sacramento está reservado en el presbiterio, entonces sí se hace genuflexión al entrar al mismo.

72. Saludan el altar con inclinación profunda todos los que se acercan al presbiterio, o se retiran de él, o pasan delante de él.

73. Además, el celebrante y los concelebrantes, en signo de veneración, besan el altar al principio de la Misa.
El celebrante principal antes de retirarse del altar, lo venera besándolo como de costumbre. Los demás, sobre todo si son muchos, lo veneran con la debida reverencia.
En la celebración de Laudes y Vísperas presididas solemnemente por el Obispo, también se besa el altar al principio, y, si parece oportuno, al final.

Lo típico: un ministro pasa de un lado al otro del presbiterio como quien cruza la calle. Pues no, siempre hay que hacer inclinación al altar. Al santísimo sacramento reservado en el sagrario, en cambio, sólo al principio y al final de la celebración (cf. OGMR 274). Aquí nos damos cuenta que en el verdadero protagonista es el altar, mesa de la renovación de sacrificio, no el sagrario. El sentido del sagrario viene reseñado en el Ritual de la sagrada comunión y del culto a la eucaristía fuera de la misa, n. 5.
Los concelebrante solo besan el altar al principio, no al final... cosa que siempre se olvida, especialmente si hay diáconos que siempre lo besan.

92. Con tres movimientos dobles se inciensa: el Santísimo Sacramento, la reliquia de la Santa Cruz y las imágenes del Señor expuestas solemnemente, también las ofrendas, la cruz del altar, el libro de los Evangelios, el cirio pascual, el Obispo o el presbítero celebrante, la autoridad civil que por oficio está presente en la sagrada celebración, el coro y el pueblo, el cuerpo del difunto.

Con dos movimientos dobles se inciensan las reliquias e imágenes de los Santos expuestos para pública veneración.

No todo se inciensa igual. Sin embargo, como en el caso de la genuflexión, también se ha simplificado: no se distingue el santísimo fuera de la misa que dentro, pues son el mismo. La imagen del santo, expuesta por ejemplo el día de la fiesta, con menos movimientos de incesario.

106. ...Para la consagración, mientras el Obispo tiene en las manos la hostia o el cáliz y pronuncia las palabras de la consagración, los concelebrantes pronuncian las palabras del Señor, y si parece oportuno extienden la mano derecha hacia el pan y hacia el cáliz.

En la nota a pie de página de esta norma, se dice: "Para la consagración empero, la palma de la mano derecha debe estar dirigida hacia el lado". Sobre esta cuestión, el post La concelebración: manu dextera...

107. El Obispo, a no ser que lleve el báculo pastoral, tiene las manos juntas, cuando revestido con las sagradas vestiduras, avanza para una acción litúrgica, mientras ora de rodillas, mientras va del altar a la cátedra o de la cátedra al altar, y cuando las rúbricas lo prescriben en los libros litúrgicos.
También los concelebrantes y ministros, mientras van caminando o están de pie, tienen las manos juntas, a no ser que tengan que llevar algo.

Aquí hay una gran diferencia con los ritos orientales, donde siempre vemos que tanto ministros como concelebrantes dejan caer las manos y no las ponen frente al pecho. En Occidente siempre van unidas cuando no están extendidas... ¿pero cómo? Nuevamente el Ceremonial ofrece otro pie de página, de esos que se ponen porque se sobreentiende cómo hacerlo pues "siempre" se ha hecho así: "Cuando se dice que las manos están juntas se entiende: tener ante el pecho las palmas extendidas, y al mismo tiempo juntas, el pulgar de la derecha sobre el de la izquierda puesto en forma de cruz". El simbolismo de este gesto se entiende sobre todo si comprendemos a qué "sustituye": en efecto, antes de la famosa controversia eucarística del s. XI, la forma habitual de orar de los cristianos -clérigos y laicos- era de pie con las manos extendidas, emulando a Cristo en la cruz. Al introducirse la oración (de rodillas y) con las manos juntas, las mismas manos asumen el sentido de la forma primigenia de orar, siquiera emulando la cruz con el cruzar de los pulgares.

109. Cuando el Obispo está sentado, si lleva las vestiduras litúrgicas, a no ser que tenga el báculo pastoral, coloca las palmas de las manos sobre las rodillas.

Me he saltado un número sobre qué hacer cuando se usa una mano: la otra no puede quedar en el aire. En este flash litúrgico queda suficientemente explicado. Lo de las manos sobre las rodillas tiene que ver con la forma de sentarse de los antiguos romanos. En la actualidad nos sentamos como si tuviéramos apoya brazos o con respaldo. El romano típico apoyaba las manos sobre las rodillas porque estaba inclinado hacia adelante.
Valgan estos recordatorios/revelaciones para introducir ese sano orden dentro del ya caótico modo que vemos en ministros y celebrantes en algunas desafortunadas ocasiones. En la reforma litúrgica se le ha dado mucha importancia al texto: ahí tenemos las interminables moniciones, etc. ¿Pero y el gesto? La Revelación fueron hechos y palabras. La liturgia también. No olvidemos los gestos, so pena de caer en una verbosidad infecunda. La extensión de las manos, para otro día y con más calma.



El resto de la serie, de Salvador Aguilera: