«Leer el Concilio desde la Tradición o leer la Tradición desde el Concilio» (y VI)

5.      Cómo salir de este impasse en el que se halla la Iglesia Católica

Ésta es una pregunta que supera incluso la inteligencia más brillante, pues se trata no sólo de ver el camino, sino de aplicarlo, es decir, se trata de un acto de gobierno y se necesita la gracia de estado para poder indicar el verdadero camino, entre diversos, y obligarnos a todos a seguirlo con espíritu de humildad y de obediencia. Son muchas las cuestiones que surgen ante esta situación y en órdenes diversos: por ejemplo, ¿se solucionará este problema con el diálogo o ha llegado ya el momento de aplicar la disciplina eclesiástica? ¿Hay que seguir dejando después de 50 años que sigamos discutiendo sobre la interpretación de algunos textos conciliares –que en realidad son pocos- originado laceraciones en una parte del pueblo de Dios o ha llegado ya el momento de una intervención magisterial oficial que dictamine cómo se ha de interpretar la colegialidad episcopal, la libertad religiosa, el ecumenismo entre cristianos, el valor salvador de la antigua alianza y de las religiones paganas, etc., mostrando que no hay verdadera ruptura, sino sólo aparente, del Concilio Vaticano II con la tradición viva de la Iglesia.

Pero es necesario también individuar los focos del mal para oponerse a su influencia nefasta. Hay que estar atentos de un modo especial para favorecer un buen gobierno de los seminarios y centros de formación de los religiosos y a la andadura apostólica de los asociaciones de seglares y de los movimientos eclesiales contemporáneos. No basta cerrar el establo, cuando los bueyes ya lo han abandonado. Es decir, no basta dar buenos consejos, cuando urge juntar de nuevo los bueyes en su establo, cerrando la puerta para que el mal no se siga extendiendo. ¡Quién será el llamado a realizar con éxito este encierro! Por ejemplo, todas las constituciones de las órdenes y congregaciones religiosas han sido adaptadas después del concilio, pero ¿con qué criterios se han realizado estas adaptaciones? ¿no se ha tratado a veces de adaptaciones demasiado naturalizadas, perdiendo el impulso sobrenatural?

A este respecto, sería conveniente hacer estudios comparativos sobre las antiguas y nuevas constituciones, reducidas éstas a veces a consideraciones espirituales, para advertir lo que realmente ha sucedido; pero esto no se ha hecho. Los frailes dominicos tienen una gran misión que realizar hoy día volviendo a presentarnos la verdadera doctrina de Santo Tomás de Aquino, una vez liberada esta doctrina del tomismo transcendental. Y sobre todo es el magisterio vivo de la Iglesia quien tiene hoy la obligación, así me parece desde mi pequeño punto de luz, de hacer una nueva profesión de fe que confiese la fe tradicional, en la cual haya una palabra sobre las cuestiones debatidas sobre todo después del Vaticano II.

Hay actualmente una herida dentro de la Iglesia que clama al cielo; me refiero a que el motivo de esta división interna sea precisamente la mayor o menor fidelidad a la tradición viva de la Iglesia. Esto es urgente solucionarlo y es la evidente intención de Benedicto XVI, que ha visto con claridad la importancia de unirnos todo en la misma y verdadera tradición viva de la Iglesia para que el mundo crea. No puedo tampoco olvidar los sufrimientos de tantas personas en las comunidades sacerdotales, religiosas y cristianas en general causados por estas divisiones que hieren incluso la fe y no es conveniente continuar en esta situación. Las manzanas podridas hay que separarlas de las manzanas sanas, aunque la cizaña crezca con el trigo hasta el final.

De todos modos, no seremos nosotros, los hombres de iglesia, a salvar la Iglesia, -nunca lo han sido- sino que es el mismo Jesucristo, el esposo, que sigue salvando en cada época histórica a su esposa, la Iglesia. Y esta afirmación no es gratuita, pues veo de tantos modos cómo surgen en cada tiempo y lugar suficientes hombres de Dios que están ayudando a los demás a volver a la verdadera fe y a la verdadera tradición viva de la Iglesia. Pensemos a este respecto, y por ello damos gracias a Dios, en la ingente obra de restauración realizada por los papas Pablo VI y sobre todo Juan Pablo II y Benedicto XVI y por tantos otros, individual e institucionalmente. El papado, con la adoración de la Santa Eucaristía y el rezo del santo rosario, sigue resistiendo el poderoso envite del secularismo. Gaude, Virgo Maria quia cunctas haereses sola interemisti in universo mundo.


Padre Pedro Fernández, op